CINE
Yo fui testigo
De las 530 horas filmadas del Juicio a las Juntas, sólo unos
pocos segundos sin sonido fueron emitidos por la televisión argentina. Si bien
los medios gráficos cubrieron amplia e inapelablemente el juicio, es claro que,
de haberse visto por televisión, su impacto hubiese sido mucho mayor. Casi
treinta años después, Miguel Rodríguez Arias, el director de Las patas de la
mentira, intenta llenar ese vacío con El Nuremberg argentino, un documental
sobre el Juicio que rescata parte de aquellas declaraciones filmadas, registra
el clima de las audiencias y suma nuevos testimonios.
Por Luis Bruschtein
El juicio a los nueve comandantes de la dictadura ha sido uno de
los hechos que más conmocionaron a la sociedad en los treinta años de democracia
y, sin embargo, nunca pudo ser llevado a la televisión. Miguel Rodríguez Arias,
el director de Las patas de la mentira, realizó ahora El Nuremberg argentino, un
largometraje documental sobre el juicio a los comandantes. “La historia
demuestra que en este país se tapa la memoria”, asegura Rodríguez Arias para
fundamentar la decisión de hacer esta película. “Todo aquello que no se soporta
se tiende a reprimirlo o a olvidarlo”, señala y al mismo tiempo repite las
palabras del juez Jorge Torlasco que integró el tribunal en ese juicio: “Si
hubieran proyectado al aire por la televisión las 530 horas de sesiones, la
historia sería distinta”.
Porque pensamos que hay que hacer trabajos con la
memoria de los argentinos, que está tan olvidada... Los crímenes juzgados, las
desapariciones... Por lo pronto hay una cantidad de ritos que no se han podido
cumplir. Ritos funerarios. En la historia de la cultura, miles de años antes de
Cristo, cuando el hombre deja de ser mono y se convierte en hombre, los rasgos
distintivos son las incorporación del lenguaje y los ritos funerarios. En
Francia se han encontrado fémures pintados con ocre y rojo como parte de ritos
funerarios. Nunca se encontraron fémures de monos, siempre de hombres y de una
época en que apenas se diferenciaban de los monos. El tema de los ritos
funerarios es como la primera letra en el desarrollo de la cultura. De alguna
manera, el tema de los desaparecidos entra en ese contexto.
Los juicios
fueron para la sociedad el momento de descubrimiento de una verdad terrible.
Hasta entonces se había negado, pero los juicios fueron una forma de correr el
velo...
–Fue una forma parcial de correr ese velo, porque no se pudo
televisar. En realidad se prohibió la televisación y la cobertura más importante
fue la que hicieron los medios escritos, cuyo alcance es más limitado, aunque de
alguna manera instalaron el tema de una forma inapelable. Lo que pasa es que uno
de los mecanismos de defensa más usual en los seres humanos es la represión:
todo aquello que no se soporta, se tiende a reprimirlo. Entonces temas como
éstos no se pueden elaborar hasta que pasan unos cuantos años. El año pasado en
España todavía aparecían cuerpos de desaparecidos de la Guerra Civil. La
dictadura terminó en el año 1983, el juicio fue en el ‘85 y han tenido que pasar
20 o 25 años para que la gente pudiera empezar a elaborar esa historia y las
nuevas generaciones sigan enterándose de lo que sucedió.
¿Usted piensa que
ese tiempo de elaboración se ha cumplido?
–Yo creo que estos 25 años es un
buen tiempo. Ahora vamos a ver la receptividad que tenga la película. Nosotros
la hicimos pensando en los jóvenes. La película tiene un criterio didáctico.
Creo que la gente adulta que vivió esa época la verá desde otro lugar, pero
igual es un buen material para la reflexión. Lo nuevo, creo yo, es que centramos
los testimonios no tanto en las torturas físicas sino en las torturas
psicológicas. Los jóvenes, de 13 a 30 años, no saben mucho lo que pasó. Saben
que hay 45 militares presos o con pedido de captura, con problemas con la
Justicia, saben que Alemania y Francia están pidiendo la extradición de Videla,
Massera y Suárez Mason. Saben que por ahí lo invitan a Suárez Mason de la
embajada de Ecuador y tiene que renunciar el embajador, pero no saben muy bien
de qué se trata toda la historia. Por eso la película la hicimos con un criterio
didáctico. Y tenemos proyectado que se vea en las escuelas. Hemos concertado un
circuito con la Secretaría de Educación.
¿Cómo organizaron esas
proyecciones?
–Va a correr en forma paralela al estreno comercial de la
película. En horarios marginales, a las diez de la mañana, a precios muy
reducidos, van a ir colegios de todo el país. Desde sexto y séptimo grado hasta
la secundaria, en una perspectiva de máxima.
El clima de las audiencias
durante el juicio se hacía terriblemente denso cuando asistían los
comandantes...
–Ellos no fueron a todas, pero cuando iban, efectivamente la
situación era muy tirante. Hasta hace poco habían sido amos y señores. Y la
actitud de los 21 abogados de la defensa con respecto a los testigos, muchos de
ellos sobrevivientes o familiares, era una actitud muy agresiva. Tal es así que
en un momento el fiscal Julio César Strassera dice: “Por la actitud que tienen
los abogados de la defensa, lo único que falta es que les pidan a los testigos
que se saquen la capucha”. Y el juez que estaba presidiendo el tribunal le llamó
la atención. Eso está en el documental.
La estrategia de la defensa fue
tratar de poner en el banquillo de los acusados a los testigos y no a los
criminales...
–Claro, le preguntaban por ejemplo a la madre de una
desaparecida qué hacía su hija, dónde militaba. Primero trataban de juzgar a los
sobrevivientes y acusarlos para justificar los crímenes de los
defendidos.
Los testimonios nuevos que aparecen en la película son todos de
sobrevivientes, ex detenidos-desaparecidos...
–No todos los sobrevivientes
quieren hablar, pero mientras empezábamos a trabajar se dieron varias
casualidades. Una de ellas fue que cinco mujeres sobrevivientes de la Esma se
juntaron para hacer un libro, El infierno, que editó Sudamericana. Yo estaba
haciendo el documental y me enteré de que estaba por aparecer el libro. Me
contacté con Miriam Lewin, una de ellas, a quien conocía, y ella me relacionó
con las demás. Para los sobrevivientes es muy difícil testimoniar, porque es
como revivir esa historia.
Es una historia muy difícil de dejar
atrás...
–Es más, a varias de ellas les cuesta venir a ver la película. Mario
Villani, que dio el testimonio más largo en el Juicio a las Juntas, es militante
en derechos humanos, está más habituado, además yo lo conocía de los años ‘80. Y
Miriam, por su profesión de periodista, también. Pero las otras cuatro mujeres
tenían cierta dificultad. Incluso no todas dieron su testimonio en el Juicio a
las Juntas. Por ejemplo, una de ellas cuenta que cuando la llamaron a declarar
no podía recordar, se le había hecho un hueco en la memoria. No podía asociar al
Tigre con Acosta, nada. Y en ese momento no quiso ir a declarar. Recién pudo
hacerlo cuando la convocó el juez español Baltasar Garzón. Y cuando declaró, fue
catártico, le hizo bien. La madre de Miriam Lewin no quería que declarara.
Miriam le dijo a la madre: “Mamá, si yo hubiese sido víctima del holocausto
judío, ¿vos tampoco me hubieses dejado ir a declarar en el juicio de
Nuremberg?”. Bueno, un poco por esos paralelismos le pusimos a la película El
Nuremberg argentino. Y Strassera dice que el juicio a las juntas fue más justo,
por calificarlo de alguna manera, que el de Nuremberg, porque en Nuremberg los
jueces eran de las potencias que habían ganado la guerra. Acá el juicio fue
hecho en un tribunal que tenía cien años. Eran jueces que lo podrían juzgar a
cualquiera, a uno mismo, no eran jueces especiales.
Para mucha gente es más
fácil aceptar que esas cosas sólo pasaron en otros países.
–Otro
sobreviviente cuenta que en las paredes de la Esma, sobre los paneles de
telgopor que recubrían los muros, había cruces esvásticas y estaba escrito “viva
Hitler”. Hay un montón de referencias que nos llevaron al nombre. Al principio
la película se llamaba El Juicio a las Juntas, el Nuremberg argentino, después
le sacamos “El Juicio a las Juntas”, por la cantidad de testimonios que dan los
sobrevivientes con estos paralelismos.
En los testimonios de Jacobo Timerman
y en el del director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, aparecen las mismas
referencias al nazismo en los lugares de detención y de tortura...
–Nosotros
pusimos en el documental, a través del relator con una voz en off, los decretos
de “Noche y Niebla” y esos decretos parecen surgidos de la metodología de la
represión durante la dictadura en Argentina: hacer desaparecer personas,
extender el terror entre la población, acá se cumplieron al pie de la
letra.
¿Cómo tomaron los jueces el pedido de dar su testimonio 25 años
después del juicio?
–El juicio les cambió la vida, quedaron profundamente
conmovidos, hay un antes y un después del Juicio a las Juntas en sus vidas. El
juez Jorge Torlasco dice que la historia hubiera sido distinta si el juicio se
hubiese televisado; si se hubieran pasado al aire las 530 horas de audiencias
del juicio, la gente hubiera sabido lo que pasó realmente en la dictadura. En
este país se trata de tapar la memoria. El Archivo General de la Nación tiene un
atraso hasta el año 1974. Tenía material del ‘74 para atrás, de allí en adelante
no tenía. Tiene cero peso de presupuesto, solamente para pagar los sueldos. La
dictadura y los gobiernos militares y los democráticos, ya sea por falta de
presupuesto, por desidia o porque quieren ocultar la memoria, la cuestión es que
no hicieron nada. Por otro lado los canales de televisión no facilitan los
archivos y la Biblioteca del Congreso puede tirar los documentos históricos en
un container.
Estuvo la decisión política de hacer el juicio en aquel momento
y paradójicamente se decidió al mismo tiempo limitar la difusión de lo que se
estaba juzgando...
–Alfonsín pensó que no estaban dadas las condiciones, que
la relación de fuerzas con los militares no le daba para hacer esa difusión.
Recordemos que El Galpón de la Memoria II se prohibió en el ‘89. Salió el I y el
II, que era sobre la dictadura, se prohibió, veníamos de tres levantamientos
militares. Estamos hablando del año ‘89, ya bien entrada la democracia, no era
el ‘85. En el año ‘85, Alfonsín tenía miedo. Se jugó bien al hacer el Juicio a
las Juntas. Torlasco dice que el Juicio a las Juntas es una de las pocas cosas
que los argentinos podemos mostrar con orgullo frente a los ojos del mundo.
Efectivamente es así porque hay muy pocos antecedentes en el mundo. El juicio de
la ex Yugoslavia, el de la Amia ahora, el Juicio a las Juntas, por ahí nos
olvidamos de alguno, pero esos fueron los emblemáticos.
También fue
importante el momento en que se decidió, fue una decisión política muy
fuerte...
–Pensemos que Pinochet fue senador vitalicio de Chile hasta hace
cuatro años. Imaginemos tenerlo a Videla de senador en el Congreso. El Juicio a
las Juntas marca un hito.
Si bien no hubo televisión, en los medios gráficos,
que en su mayoría habían ocultado esa situación, le dieron un despliegue
importante...
–Sí, el único que trató de dar cuenta de la represión fue el
Buenos Aires Herald y pagó las consecuencias. Pero de todos modos, una cosa es
la difusión en los medios gráficos, diarios y revistas, y otra mucho más potente
es la televisión.
¿Cuánto pudieron rescatar de la
filmación del
juicio?
–De las 530 horas, nosotros tenemos ocho. Tenemos para hacer por lo
menos dos películas más. Hay que presentar un expediente en el Archivo General
de la Nación. Cuando retirábamos los U-Matic que estaban en el archivo y
descubríamos un material que nos interesaba, teníamos que presentar un
expediente de solicitud para hacer copia. Tenemos todo el testimonio de Gregorio
Dupont, del caso de Helena Holmberg, con los detalles. Y también sobre el
asesinato de su hermano, que lo tiraron desde un edificio para que no hablara.
También los hermanos de Elena Holmberg en ese momento iban a Tiempo Nuevo, el
programa de Bernardo Neustadt. Tenemos todo ese material. Elena Holmberg viajó a
París como miembro de la Cancillería y descubrió la actividad que estaba
desarrollando el centro piloto en París. Volvió a la Argentina y pidió una
entrevista con Videla, pensando que no sabía nada. La hizo desaparecer Massera y
su cuerpo apareció varios días después en el Tigre. Todo esto lo cuenta Dupont
en el Juicio a las Juntas.
¿Cómo les impactó a ustedes la realización del
documental?
–En general en nuestro equipo hay gente joven, con un promedio
de 30 años. A todos nos transformó la visualización del material, todo era muy
emotivo, a veces terminábamos llorando, algunos trataban de disimular pero era
muy fuerte, tanto los testimonios que habíamos grabado como los del Juicio. Todo
esto pasó a principios de 2001, cuando ya se vislumbraba el principio de la
caída del modelo. Lo hicimos en coproducción con España, con la productora del
Grupo Prisa, que realmente fueron muy solidarios, porque ya había empezado allá
la crisis de la industria del cine.
En general, la importancia del Juicio a
las Juntas no ha sido muy valorada, seguramente por las leyes de Punto Final y
Obediencia Debida que vinieron después...
–Nosotros, al principio, habíamos
puesto en el documental el Punto Final, la Obediencia Debida y los Indultos.
Pero después resolvimos acotarlo al Juicio, para darle valor al Juicio en sí
mismo, porque nos parece que hay un antes y un después. Para algunos, como
Adolfo Pérez Esquivel, el Juicio fue un paso. Para otros fue más importante y
para otros es lo que se pudo hacer. Yo coincido con el juez Torlasco, es una
lástima que no se haya televisado y creo que con esta película apuntamos a ese
hueco.